Apenas parece que hayan pasado unos días desde la última entrada y de golpe ya nos hemos visto de lleno inmersos en plena Navidad. ¿Qué significa? ¡Estrés! Compras sin terminar, colas infernales y un frenesí consumista que inunda cada tienda, cada local de la ciudad y que incrementa exponencialmente nuestras ganas de matar.
Como buenos amantes de la comida abundante y grasienta no pudimos evitar asentir repetidamente con la cabeza y ojos llorosos cuando nos invitaron a probar los nuevos platos de Foster's Hollywood. Nos miraron al estómago y propusieron la idea. Luego miraron a nuestros ojos vacíos y llorosos y entonces se percataron de que, efectivamente, hace años que la lorza es quien controla el resto de nuestras funciones corporales. El resto vino solo.
Hacía algún tiempo que queríamos más para la decoración de esos cúmulos de carbohidratos y grasas que tanto nos gusta y que llamamos pasteles. Ya sabéis que, aunque poco a poco vamos cogiéndole cariño,
Vale que no están horneados, que las masas brillan por su ausencia y ¡ni siquiera llevan azúcar!, pero qué diablos, si no escribimos sobre esto reventamos.
Hoy, la fina línea que separa el mundo de los vivos del mundo de los obesos felices por verse rodeado de buñuelos de viento y otros dulces de temporada
«Una copia del restaurante japonés de Chicote», nos dijeron, «No me convence la idea», escuchamos... pero hacernos los suecos es una técnica que llevamos perfeccionando durante décadas, y para crearnos nuestra propia opinión
Hoy no hay receta, no. Las tristes líneas de este solitario blog en este día nublado sólo rezuman bilis. Amarga y vomitiva bilis que invade cada centímetro cuadrado de mi rollizo cuerpo serrano.
Hacía tiempo que queríamos escribir sobre ello. No en vano es uno de nuestros restaurantes favoritos. Oh puristas de la gastronomía, escandalizaos y echad vuestras manos a la cabeza, porque no vamos a hablar de las bondades del AOVE
Hoy no, no habrá recetas dulces ni fotos sexys de bollitos recién horneados, humeantes y tiernos. El post de hoy es uno de esos que no gusta escribir porque sabes que puede hacer daño y nos encanta ser positivos pero críticos.
Para celebrar el primer post de esta serie queremos compartir con vosotros -¡oh nuestro pequeño pero bien avenido puñado de lectores!- nuestro almuerzo del pasado domingo. Porque como buenos domingueros y disciplinados votantes, decidimos que era buena idea colgar el mandil en casa y probar suerte con un italiano tras la fiesta de la democracia.
El restaurante italiano «La Mafia» está construido sobre los restos del antiguo cine Cervantes y estratégicamente ubicado a escasos metros de la Catedral. Apenas lleva entre nosotros un par de años en los cuales nuestro único intento por acudir a comer espontáneamente y sin reserva, fue fracaso absoluto. Supongo que la novedad nos pudo. Tratamos de poner cara de pena, pero Mariades es de ceño inexpresivo y no le salió. Eso arruinó nuestra ya de por sí débil credibilidad y tuvimos que volvernos con el estómago vacío.