Hoy ha bajado mucho la temperatura y por primera vez en semanas podemos decir que agradecemos sentarnos frente al horno a contemplar y esperar mientras las galletas se hornean. Esta vez ni se han rizado nuestras pestañas ni se han carbonizado. Nos gusta pegarnos al cristal, encoger los ojos para poder ver a través de la rejilla, respirar profundo y aguantar el aroma a vainilla dentro de los pulmones. Somos los politoxicómanos del azúcar y el ganaché.