Apenas parece que hayan pasado unos días desde la última entrada y de golpe ya nos hemos visto de lleno inmersos en plena Navidad. ¿Qué significa? ¡Estrés! Compras sin terminar, colas infernales y un frenesí consumista que inunda cada tienda, cada local de la ciudad y que incrementa exponencialmente nuestras ganas de matar.
Hacía algún tiempo que queríamos más para la decoración de esos cúmulos de carbohidratos y grasas que tanto nos gusta y que llamamos pasteles. Ya sabéis que, aunque poco a poco vamos cogiéndole cariño,
Hoy vamos a realizar un ejercicio de imaginación, es lunes y no queremos contribuir a aumentar vuestra presión intracraneal de forma peligrosa. Imaginad la siguiente situación: estáis en casa y tras haberos peleado hasta la extenuación horneando un bizcocho perfecto
Hoy ha bajado mucho la temperatura y por primera vez en semanas podemos decir que agradecemos sentarnos frente al horno a contemplar y esperar mientras las galletas se hornean. Esta vez ni se han rizado nuestras pestañas ni se han carbonizado. Nos gusta pegarnos al cristal, encoger los ojos para poder ver a través de la rejilla, respirar profundo y aguantar el aroma a vainilla dentro de los pulmones. Somos los politoxicómanos del azúcar y el ganaché.